top of page
Buscar

LA FABULA DE LA ESPECULACIÓN

  • Gargol
  • 7 nov 2023
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 9 oct 2024

Ludwig Von Mises, fue de los “nuevos economistas austriacos”, uno de los más famosos, quizá por la amplitud de temas investigó y por su magistral explicación de los mismos. Uno de estos tópicos, en el cual se resume gran parte del pensamientos austriacos, es “La Teoría de la Función Empresarial”. Esta función, coincide con la acción humana, y se refiere al hecho de actuar para modificar el presente y conseguir objetivos en el futuro. Pero, ¿de dónde surge esta teoría?.

Deviene de las concepciones epistemológicas de la palabra empresa, que las podríamos resumir en la realización de una acción. Entrepreneur proviene del latín y se asemeja a observar, descubrir, percibir, darse cuenta o atrapar. Se lo utilizaba en la Edad Media para designar a las personas que desempeñan acciones importantes, y en nuestra lengua castellana se lo define como una acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza. Entonces, podemos ver con esto, el rol trascendental que tiene la función empresarial dentro de una sociedad.

El concepto propiamente económico del empresario no coincide con el tipo ideal de empresario que la historia económica utiliza. En el terreno económico encarna una idea precisa, que en el marco de la teoría del mercado sirve para designar una función clara e individualizada. Para la historia sin embargo, el término no abarca lo mismo. La historia confunde la concepción del empresario, centrándose en tipos empresariales como los de los tiempos de Jefferson, el de la industria textil de Nueva Inglaterra, o el de la industria pesada alemana de la época de Guillermo II, o el del empresario autodidacta. Y en este sentido, es la misma historia, siempre subjetivamente contada por quienes dicen transmitirla e interpretarla, la que hoy en día genera todo tipo de descalabros.


“Nadie piensa, al hablar de empresario, en el limpiabotas, ni en el taxista que trabaja con su propio automóvil, ni en el vendedor ambulante, ni en el humilde labriego.” (Mises, 2021, p.74).

El hombre, al vivir y actuar, por fuerza combina en sí funciones diversas. Nunca es exclusivamente consumidor, sino también empresario, terrateniente, capitalista, trabajador o persona mantenida por alguno de los anteriores. No solo esto; las funciones de empresario, terrateniente, capitalista o trabajador pueden, y así ocurre frecuentemente, coincidir en un mismo individuo.” (Mises, 2021, p.307).


Para la economía austríaca, quien actúa es siempre empresario, ya que el efecto de la acción es siempre incierto. La acción es siempre una especulación. Cuando nos referimos a “empresarios”, económicamente hablamos de una función específica, la cual se refiere a un individuo actuante, contemplado exclusivamente a la luz de la incertidumbre propia de toda actividad. Entonces tanto los capitalistas, los terratenientes y los trabajadores son todos ellos especuladores y empresarios.

Veamos lo que ocurre con el trabajador. Este nace siendo dueño de algunas habilidades o dones, y estas son medios de producción, más o menos idóneos para ciertas labores. Quizá esas habilidades las obtuvo invirtiendo tiempo en aprenderlas. Esto lo pone en una situación similar a la de un inversor y ahorrador. Además, en la medida que su salario dependa del precio que el mercado está dispuesto a pagar por su trabajo, es también un empresario y un especulador. Lo mismo cuando decide qué hacer con el fruto de su trabajo, su sueldo.

En sentido estricto, los economistas austríacos dicen que la función empresarial consiste en descubrir y apreciar las oportunidades de alcanzar algún objetivo o de lograr alguna ganancia o beneficio que se presentan en su entorno, actuando para aprovecharlas.

Lo importante de esto, es entender cómo la función empresarial cambia la información o conocimientos que posee un determinado actor. Percibir o darse cuenta de nuevos fines y medios para lograrlos significa modificar el conocimiento, tanto el propio como el de la sociedad. Esto se da porque el individuo, al captar información y actuar al respecto, difunde esa información con señales. Un claro ejemplo es el sistema de precios de una economía de mercado.

Tal es así que, según el pensamiento general de la escuela austríaca y sobre todo de Mises, la función empresarial es una función social, que permite la vida en comunidad. Si esta función no se restringe, cada persona puede ejercer lo mejor posible sus capacidades empresariales creando información y aprovechando las oportunidades que surjan. El hombre naturalmente tiende a descubrir y a usar la información que le interesa para conseguir sus objetivos, y son estos objetivos los que motivan el ejercicio de la función. Si se restringe el ejercicio de esta función, las personas no intentarían alcanzar objetivos en esas áreas, ya que, al no ser posible tal fin, no se motiva la empresarialidad ni la acción.

Se menciona también que la función empresarial es por su propia naturaleza competitiva, Esta competencia se da porque cuando un actor descubre una oportunidad de ganancia y actúa para aprovecharla, entonces esta ganancia ya no puede ser aprovechada por otros. El proceso social es entonces competitivo. Los actores rivalizan unos con otros, consciente o inconscientemente, para aprovechar antes que los demás las oportunidades.

Son estos actos competitivos, de descubrir, coordinar y eliminar ciertos desajustes sociales que consisten en oportunidades para los hombres, donde se genera un proceso de coordinación social que no se agota, ya que consiste en crear y transmitir nueva información que modifica constantemente la percepción de todos los actores implicados, dando lugar a la aparición de nuevos desajustes que proporcionan nuevos objetivos y oportunidades. Así, sucesivamente, se puede vislumbrar un proceso dinámico que hace posible la evolución de la sociedad. Es decir que, la función empresarial es la fuerza que hace posible que la sociedad se desarrolle armónicamente, dado que los desajustes que se producen tienden a ser coordinados por ella misma.

La praxeología, metodología y ciencia que reivindica la escuela austríaca, nos plantea apartarnos del idealismo y de los juicios valorativos al investigar y al analizar. Los errores de realizar estudios recurriendo a estas herramientas ideológicas parecen en principio inofensivas, pero luego obtienen y transmiten conclusiones que generan grandes daños.

Los austríacos introducen y redefinen el concepto de especulación, cuyo enfoque va de la mano con las ideas de la acción humana y de la ciencia praxeológica. Se puede decir que las necesidades y gustos del mañana, la reacción de las personas ante determinadas circunstancias, los futuros descubrimientos científicos y técnicos, los programas políticos, modas o ideologías del mañana, no pueden ser pronosticados con certeza. Siempre existirán cambios que alteren nuestros planes y las circunstancias que nos rodean. La acción humana es justamente un concepto de cambio.

“La acción apunta invariablemente hacia un futuro desconocido. En este sentido, la acción es siempre una arriesgada especulación.”(Mises, 2001, p.128).

Por lo tanto, la vinculación de la especulación con una actividad moralmente negativa, con el robo o el aprovechamiento malicioso, o con una actividad poco productiva y que muchas veces daña a la sociedad, a costa de beneficiar a quien o quienes la realizan (que sin muchas explicaciones se los asocia a la clase más adinerada), carece de total fundamento, y se basa puramente en ideologías y juicios valorativos.

Para los austríacos, la especulación es inofensiva, es justamente propia de la acción, de la búsqueda de reducir el malestar y mejorar la situación personal. Es así como tanto el verdulero, el corredor de bolsa, el gerente, la maestra de secundario, y un atleta olímpico especulan diariamente en la búsqueda de obtener beneficios al actuar.

Con este pensamiento, las categorías de especuladores y no especuladores que ciertos discursos y partidos utilizan para intentar segmentar la población en buenos y malos, son puros juicios de valor, que tienen como motivación algún objetivo particular de quienes las promueven.


En argentina, el empresario ha sido no solo defenestrado, sino también abandonado. Han sido dibujados como criminales maliciosos, y han sido culpados de los problemas actuales del país. Incluso, el adjetivo que se usa a menudo para describirlos es el de especuladores, como si eso fuese algo malo. Entonces vemos el conjunto de incongruencias dentro de las cuales nos encontramos.

Además de esto, los argentinos somos esclavos de políticos corruptos, inútiles e intocables, y de medios de comunicación, historiadores y profesionales absolutamente acomodados y sesgados, que en conjunto atentan contra los empresarios y especuladores (dentro de su equivocada concepción).

Es así que considero sumamente importante analizar detenidamente estos temas, en relación con comentarios, que una enorme cantidad de veces, oímos tanto en los libros de historia, en los discursos políticos, en los medios de comunicación y en la opinión popular y de profesionales. Son estos mismos temas los que ocupan la agenda actual del país, y merecen ser explicados.


 
 
 

Comentarios


Gargol | Whatsapp
bottom of page