LA VALUACIÓN
- Gargol
- 21 nov 2023
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 8 may
¿Es lo mismo el valor que el precio? ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué es importante no confundirlos?
Se vuelve cada vez más indispensable, como persona involucrada en la vida en sociedad, y en los distintos fenómenos económicos de la misma, entender el significado de valor y no confundirlo con el precio. El precio, propiamente dicho, refiere a la cantidad a la que el vendedor y el comprador acuerdan la realización de una operación de compraventa. Ese acuerdo manifiesta, entonces, algo único: el precio.
Una empresa, sin embargo, posee distinto valor para distintos compradores y vendedores así como también un valor diferente en cada momento del tiempo para los interesados. Esa diferencia puede tener muchas razones, pero, en general, se debe a la subjetividad de cada parte a la hora de valorar. Más tarde, a la hora de cerrar una operación, estas valoraciones deben acotarse a la determinación de un precio.
Entonces, ¿para qué valuar una empresa, si cada persona puede considerar un valor diferente y subjetivo para ella?
Porque, así como cada persona o interesado puede adjudicar un valor distinto a la empresa, no todo el mundo puede justificar ese valor: para que prevalezca este valor propuesto se necesita el respaldo de una metodología apropiada. Es decir, que mientras menos respaldo real y coherencia metodológica tenga la valoración, más se alejará esta del posible precio futuro.
Excelente, hasta ahora sabemos dos cosas: valor y precio no es lo mismo, y para que un valor se convierta en un precio, debemos poder justificarlo. Ante esto, ¿En qué situaciones necesito, o es conveniente, conocer el valor de mi negocio?
Tanto como accionista de una empresa, posible inversor e interesado, futuro heredero, consultor o asesor financiero y económico, debido a la amplia experiencia que tenga en el rubro en el que se desenvuelve la empresa en cuestión, o por los conocimientos que haya adquirido sobre el mercado, crea ya conocer ese valor con certeza y se diga a sí mismo que no necesita dedicar esfuerzos en algo tan evidente. Sin embargo, es la misma definición que enunciamos en la sección anterior, distinguiendo entre valor y precio, la que refuta ese pensamiento.
Algunos de los objetivos de construir un negocio y de desarrollar un emprendimiento en sociedad, es que este se mantenga en el tiempo, supere los inconvenientes de su inicio, compita, innove, crezca y se transmita a las generaciones futuras. Entre esos objetivos más visibles se suele perder de vista el más importante: la generación de utilidad para los interesados, la creación de valor para el accionista/inversor.
Muchas veces, el espíritu societario y las relaciones familiares o de amistad que dieron inicio a un negocio, pueden desaparecer con el tiempo, lo que es natural que suceda: Generaciones más jóvenes, parentescos nuevos, nueva gerencia, socios de distintas características, van de alguna manera modificando la lógica del negocio y, si no se los atiende como pretenden o desean, pueden comenzar a surgir problemas.
Es importante reconocer que esto es una realidad y que, potencialmente, tarde o temprano puede suceder dentro de cualquier empresa. Por ende, se debe estar preparado para que, de ocurrir, no conduzca al negocio a una situación de estrés societario, la cual explica una parte importante de la destrucción de negocios muy exitosos, que, incluso generando valor, se desintegran. Así, desde GARGOL, creemos que una de las alternativas para proteger el negocio de esta “debilidad” potencial, es la determinación de métodos claros para la valuación de la empresa, que permita que todos los socios, sean activos o pasivos, conozcan el valor de la compañía.
Este mecanismo no sirve solamente para evitar que los socios pasivos queden atrapados en negocios que heredan, que muchas veces no conocen y con socios que no eligen (al saber su valor pueden negociar salidas), sino que también se establece una forma saludable de valuación de la gestión de los socios activos. Una metodología concreta y preestablecida, evita los subjetivismos, generalmente infundados, que siempre aparecen en este tipo de disputas.
Veamos el siguiente ejemplo:
“Dirimir conflictos societarios”:
Se da que la empresa transcurre la primera generación, donde el “affectio societatis” está vivo, y pasa luego a otra etapa donde ese espíritu naturalmente ya no permanece con el mismo vigor. Esto se puede dar porque en la generación nueva aparecen nuevos actores, con diferentes enfoques sobre los negocios y divergentes estilos de vida y objetivos. La unión espiritual y afectiva que dio origen a la sociedad o al negocio desaparece, tornándose difícil y tediosa la convivencia societaria.
Muchas veces también ocurre que a los que llamamos socios activos (accionistas involucrados en la gestión de la empresa y reciben una remuneración por ello) se le agregan los socios pasivos, que heredan capital accionario, pero no gestionan la empresa (tienen derecho a voto y también a las ganancias, pero no dirigen). Hay ocasiones en las que los socios pasivos comienzan a desconfiar de la acción de los activos, o reclaman una participación en las ganancias que ellos presuponen existen. Puede ocurrir que demanden más información sobre las ganancias que le corresponden o sobre los resultados de la actividad.
Esta situación de desconfianza y de control por parte de los socios pasivos puede llevar a que los socios activos quieran adquirir la participación accionaria de los anteriores, para así poder liderar la empresa sin los reclamos de estos últimos. O quizás sean los socios pasivos quienes quieran salirse del negocio, ya que no tienen un buen control de este y tampoco tienen interés en dirigirlo o involucrarse en la gestión.
Para salir de la sociedad se necesitará que ambas partes propongan un valor. La parte vendedora querrá lo que considere suficiente para abandonar las ganancias que el negocio obtendrá en el futuro, así como lo que considera que valen los bienes que aportó o que le son propios. Por otro lado, la parte compradora, interesada en el negocio, considera que bajo su supervisión podrían lograrse mejores resultados, los cuales valen más que lo que ofrecerá por la participación del socio saliente. El precio será el resultado de este proceso, y se acercará más a una propuesta que a otra en la medida de la justificación de los valores propuestos en cada parte. Allí es donde aparece la importancia de los métodos de valuación de empresas.
Más aún, esta situación ni siquiera debe presentarse como tal para recurrir a la valuación. Puede ser que los socios actuales quieran proponer un mecanismo de valoración que permanezca en el tiempo dentro de la empresa y que solucione cualquier tipo de conflicto que pueda aparecer en el futuro de manera rápida y predeterminada.
Veamos un segundo ejemplo:
Ejemplo 2: “Cuando la delegación de tareas se hace necesaria”.
En un mundo donde los dueños ejercen un control imperfecto sobre sus agentes (directores, gerentes), cabe la posibilidad de que estos últimos no realicen solamente operaciones en favor de los intereses de sus mandantes. Los agentes tienen sus propios objetivos y puede que a veces les convenga sacrificar los impuestos por sus jefes.
Por ello aparece la necesidad de identificar si la acción de los directores o gerentes se centra en lo importante, que es la generación de ganancias para el accionista o, lo que es lo mismo, la creación de valor para la empresa. Para ello hay que utilizar métodos adecuados que permitan conocer ese valor y que intenten responder las siguientes preguntas: ¿Cuánto vale mi empresa hoy? ¿La Empresa está generando valor para los dueños? ¿Las decisiones tomadas durante un período de tiempo han agregado o destruido valor? ¿Cuáles son los aspectos claves en la determinación del valor de mi empresa? ¿Están alineados los intereses de los dueños y de los gerentes?
El objetivo de la empresa no es enriquecer a los gerentes, vender más, abrir sucursales todos los años o comprar más máquinas. Esos son medios para el fin último, que los accionistas ganen dinero en función del monto invertido.
Por ello, la valuación periódica de la empresa con criterios que excedan lo contable y lo sentimental, elimina riesgos morales y establece pautas claras y sanas de evaluación de la situación de la empresa. Además, muestra fielmente si los objetivos de los directores y gerentes se encuentran en la misma línea que los de los accionistas.
Ejemplo 3: “El uso de los valores contables”.
Lo último para analizar es que la valuación por los métodos contables, es decir, el valor del patrimonio neto, el valor de liquidación o también el valor contable ajustado, son métodos que dejan sabor a poco. Si usted valúa una empresa que ofrece servicios financieros por su valor contable, probablemente venderá su participación muy barata y dejará afuera del valor la capacidad de la empresa de generar resultados. Esa es la problemática que tienen los métodos contables.
Ocurre muchas veces que el dueño de una empresa desea venderla y los métodos que le son recomendados, los que conoce o las ofertas que recibe, se apoyan en la contabilidad. El accionista de la empresa sabe que el valor de su negocio no es el que le indica su patrimonio neto únicamente, ya que este no considera la capacidad que tiene de generar ingresos netos en el futuro, la cartera de clientes que posee, la relación con los proveedores, la marca, la experiencia, entre otros. Este accionista, si no conoce otros métodos de valuación, o aún conociéndolos, se encuentra en un serio problema, que reconoce, pero que no sabe como resolver.
Concluyendo, la valuación de empresas intenta establecer el valor de un negocio, combinando diferentes metodologías para lograr ese objetivo, y le da la importancia apropiada a cada una de ellas según el caso y las características de la empresa y la situación. La subjetividad inmersa en el proceso es reducida por criterios y metodologías objetivas, por lo que se logra un valor coherente y creíble. Además, la valuación de empresas es un buen mecanismo para identificar, como dueño de un negocio, los llamados “generadores de valor”: ítems o aspectos que hacen variar el valor de la empresa. Al modificar estos, cambia significativamente el valor de la empresa. Por otro lado, también podemos usar la valuación para evaluar de manera efectiva la gestión de los directores.
Para resumir los impulsores de valor más trascendentales, mostramos el siguiente cuadro:

Valuar una empresa, así como reconocer cuáles son los factores claves que la impulsan, es un tema poco considerado por muchos empresarios PyMes, pero que es sensiblemente importante. Desde GARGOL, entendemos la valuación de empresas como un mecanismo de protección contra posibles conflictos de propiedad, disputas societarias, oportunidades de incorporación de nuevo capital e incluso como herramienta de medición de la efectividad de la gestión de la empresa.
Por ello consideramos que es una tarea que debe encararse más temprano que tarde, analizar las distintas alternativas, acordar la metodología adecuada entre quienes corresponda y llevar adelante una gestión de la empresa y sus activos mediante el concepto de creación de valor para los accionistas o dueños, amén de la tradicional evaluación vía balances contables.
En ciertos momentos de la vida de la empresa, tener avances en este sentido puede significar la diferencia entre una empresa ordenada y perdurable en el tiempo, de otra que es permeable a conflictos que la destruyan.





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